La pandemia silenciosa de sobrepeso infantil: “Por primera vez en la historia, hay más chicos con sobrepeso que con bajo peso”

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El último informe que alertó sobre el aumento de la obesidad infantil motivó un profundo análisis por parte de María Migliore, politóloga y columnista habitual de Infobae en Vivo, quien sostuvo: “Hoy la verdadera pandemia silenciosa es el sobrepeso infantil, algo de lo que casi no se habla, pero cuyas consecuencias para la salud son gravísimas”. Migliore respaldó su afirmación con datos preocupantes: “Por primera vez en la historia, el mundo tiene más chicos con sobrepeso que con bajo peso”.

Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Maru Duffard, Ramón Indart y Cecilia Boufflet. En este contexto, Migliore profundizó sobre la relevancia del problema, sus causas estructurales y el desafío que representa para las políticas públicas y la vida cotidiana de las familias. Subrayó el carácter global del fenómeno y compartió estadísticas alarmantes: “Dos de cada diez chicos y adolescentes en el mundo tienen sobrepeso; mientras que el bajo peso, si contás desde el 2000 hasta ahora, viene bajando gracias a políticas de los gobiernos para terminar con la desnutrición extrema. Pero, en cambio, el sobrepeso viene subiendo de manera supersilenciosa”.

El aumento del sobrepeso infantil, señaló Migliore, constituye una problemática que se ha instalado progresivamente y con escasa atención pública. La politóloga se refirió a la tendencia mundial: “En 1975, aproximadamente, el 20% de la población tenía algún grado de sobrepeso. Las proyecciones para 2050 indican que, si no se toman medidas, el 60% de los adultos y un tercio de los chicos podrían llegar a tener sobrepeso”, explicó. “Esto es esencialmente por la alimentación —sumó—, por el consumo masivo de alimentos ultraprocesados”.

Al descender a la realidad argentina, Migliore describió el panorama local: “En Argentina, un 20% de los chicos tiene sobrepeso y otro 20% más sufre de obesidad. Es decir, el 40% de los chicos tiene exceso de peso. Es muchísimo y surge de la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud”. La columnista enfatizó que esta proporción es “alarmante” y recalcó: “Sobrepeso se considera hasta dos desvíos del índice de masa corporal; obesidad, más de dos. Así se cuantifica”.

Durante el programa de la mañana, Migliore remarcó la multicausalidad del problema: “No es una cuestión simplemente de comer más o menos, sino de hábitos y del lugar donde comemos. Hoy comemos mucho más afuera y mucho menos en nuestras casas. Lo que comen los chicos en la escuela es fundamental”, advirtió. Los cambios sociales —como el crecimiento de comedores escolares y el uso masivo del delivery— inciden en la calidad de la alimentación. “Cuando pedís delivery, casi siempre terminás comprando alimentos procesados, y ahí está gran parte del problema”.

El informe reciente de UNICEF fue central en el análisis de la politóloga. “UNICEF explica el aumento del sobrepeso a partir del consumo desmedido de azúcares y de alimentos ultraprocesados. Ahí hay que poner el foco”, sostuvo, y añadió otra problemática: el sedentarismo infantil producto del uso extendido de las pantallas, que restringe la actividad física y genera hábitos de consumo compulsivo y distraído de alimentos.

“No es casualidad que el 46% de los adolescentes tome bebidas azucaradas todos los días y que más del 60% reconozca comer a diario una golosina”, indicó Migliore. Ejemplificó con anécdotas familiares y experiencias de madres y padres que batallan con la oferta y la demanda diaria de snacks y facturas: “Es una rueda que se retroalimenta todo el tiempo; es muy difícil ‘sacar’ la golosina cuando se instaló como un hábito”.

La crisis alimentaria, de acuerdo al análisis de Migliore, también refleja una paradoja: hay más gente alimentada en el mundo, pero la calidad de esa alimentación es notablemente peor. La columnista apuntó directamente a la incidencia de la industria alimentaria y a sus lobbies, en especial el peso de los alimentos procesados y transgénicos, cuya presencia creciente en las dietas se traduce en el deterioro de la salud pública. “Es necesario poner un foco muy grande sobre la calidad de los alimentos procesados y los ingredientes que contienen”.

En ese marco, Migliore se refirió al impacto del uso de pantallas: “Menos juegos afuera, menos tiempo corriendo en un club, en una plaza o en la calle. La combinación de sedentarismo y mala alimentación multiplica riesgos”. Y sumó otra arista: “Muchas veces los chicos comen frente a la pantalla para ‘portarse bien’ y ese es un hábito totalmente perjudicial”.

La columnista puntualizó que el fenómeno de sobrepeso infantil toca a todas las clases sociales, aunque con matices: “Es cierto que los medios y recursos disponibles no son iguales para todos. Pero más allá de la clase social, hay responsabilidad adulta en generar y sostener hábitos saludables”.

Consultada sobre políticas públicas, Migliore destacó la relevancia de la Ley de Etiquetado Frontal, aprobada en 2021 en Argentina. “Hoy la gente responde que tiene más conciencia sobre lo que está comprando. Pero la regulación tiene dilemas: con los octógonos, como están hoy, si una industria baja el azúcar al producto, sigue teniendo el mismo octógono, mientras que en otros países como Chile o Brasil la etiqueta cambia y eso genera un incentivo real”, detalló. “Creo que una segunda etapa va a requerir nuevas discusiones para hacer más efectivos esos incentivos”.

Otro eje de preocupación está en la oferta alimentaria de las escuelas: “En los kioscos escolares la mayoría de los productos son pancho, galletitas, alfajor. Hace falta repensar la política alimentaria con un rol mucho más fuerte dentro de las escuelas. No es solo el menú, está lo que se da en comedores y todo lo accesorio”.

Migliore puntualizó el problema de la superposición de políticas y la fragmentación en los niveles nacional, provincial y municipal: “En Argentina, la política alimentaria es de las más superpuestas. Hay duplicaciones, múltiples organismos comprando alimentos, y mucha de esa plata se malgasta. Con más eficiencia, se podría mejorar sustancialmente la calidad de la alimentación, sobre todo en el sistema escolar”.

La columnista explicó cómo el sistema de comedores escolares varía de provincia en provincia, con modelos de compra centralizados o descentralizados y participación del tercer sector (ONGs, iglesias) en la provisión de alimentos. “En algunas localidades, permitir que la propia escuela decida dónde comprar mejora muchísimo la calidad, porque se puede adquirir fruta fresca y productos de calidad al mejor precio posible”.

En la Ciudad de Buenos Aires, según detalló Migliore, el sistema de comedores funciona con un equipo de nutricionistas que supervisa los menús y calcula una calidad nutricional mínima diaria. “Hay muchísimo por optimizar en la coordinación entre jurisdicciones y en la asociación entre políticas sociales y educativas”, insistió.

Para Migliore, el debate sobre la obesidad infantil debe enfocarse en tres grandes áreas: la política alimentaria en las escuelas, la regulación sobre la industria alimenticia y la concientización familiar sobre hábitos y costumbres de consumo. “Reconstruir lazos sociales pasa también por compartir una comida, por darnos cuenta de qué estamos haciendo y frenar para tomar conciencia. No se trata de imponer regulaciones irreales, sino de reconocer la magnitud del problema”.

Durante la conversación, los conductores y panelistas sumaron experiencias personales, ilustrando la dificultad de evitar ultraprocesados en las viandas, las tentaciones de kiosco y la batalla cotidiana por sumar frutas y verduras a la dieta de los chicos. Coincidieron en la importancia de políticas integrales, acompañamiento estatal y colaboración colectiva para avanzar hacia una alimentación más saludable.

Desde la perspectiva de Migliore, “la verdadera voluntad política hoy debería ir dirigida a ordenar la política alimentaria, priorizar la calidad, evitar duplicaciones y garantizar que ninguna niña o niño quede excluido por malas articulaciones estatales”. Propuso pensar en “transferencias nacionales focalizadas, coordinación federal y control de calidad en el nivel local, con actores del tercer sector y la escuela como núcleo de decisión alimentaria”.

Como reflexión final, Migliore sentenció: “El ritmo de vida que llevamos y la calidad de los alimentos que elegimos nos está haciendo daño, sobre todo a los más chicos. Hay tiempo para corregirlo, pero la solución requiere un compromiso de todos los sectores y conciencia social a largo plazo”.

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